Patologizar la maldad es un error ético y político con consecuencias terribles.
Tendemos a patologizar los cuerpos como herramienta para hacer comprensible y poder justificar que alguien pueda comportarse de forma tan violenta o deshumanizada, pero las personas malas existen y otorgándoles una enfermedad estamos quitando relevancia y justificando sus acciones.
Lo vamos a llamar por su nombre: mala persona. Violento. Abusador. Opresor.
Son elecciones, no síntomas. Son carencias éticas, no médicas. Son producto de una educación tóxica, de privilegios no revisados, de una masculinidad frágil y violenta, de una adhesión consciente o inconsciente a estructuras de poder injustas.
La "bondad" no es un gen ni un estado de gracia mental. La empatía, el respeto y la no-violencia son habilidades que se aprenden, prácticas que se ejercitan y compromisos políticos que se asumen.
Despatologizar los cuerpos y las conductas significa dejar de usar el lenguaje médico para explicar (y excusar) la miseria humana.
Hay que devolverle al sujeto su agencia y, con ella, su total y absoluta responsabilidad de sus actos.
No es una persona enferma. Es una persona que elige, de forma activa o pasiva, ser parte del problema.