(Para quienes no tienen tiempo para pensar, para jugar, para vivir)

El sistema capitalista no nos cabe en la vida.

Nos vende la prisa y urgencia como valor. La productividad como virtud. El agotamiento como mérito.

Te roba el tiempo y te exige una sonrisa a cambio. Te exprime hasta la última gota y luego te desecha cuando ya no sirves para generar más dinero.

¡BASTA! Así la vida ha dejado de tener sentido.

Nos negamos.

Nos negamos a ser sujetos desde la infacia de un campo de entrenamiento para ser explotadas/explotadoras en el futuro. Nos negamos a que la niñez se mida en rendimiento, en actividades, habilidades, en agendas de pequeñas CEOs.

El juego se convirtió en un privilegio, pero es un derecho.

El trabajo más serio que existe es el de construirse a una misma desde el cuidado y respeto.

Adquirimos el compromiso de revisar nuestro propio adultocentrismo, esa tiranía silenciosa que a veces cree que crecer es dejar de cuestionar y obedecer, disciplina, puntualidad, organización. Que impone que la vida es una línea recta: naces, produces, consumes y mueres.

Proponemos una espiral: crecer es profundizar, cuidar y no abandonar.

Exigimos el derecho a parar. A recalcular la ruta. A cuestionar el mapa que nos han dado y decir: “No venimos a cumplir expectativas ni ciclos vitales sociales”.

El tiempo que paramos y pensamos no lo perdemos, tomamos mejores decisiones.

Hay que abrazar las dudas, la reinvención y la desobediencia.

Reclamamos un ocio sin el peaje del un consumo previo, reclamamos el espacio público como un espacio político para cambiar la calidad de nuestras vidas.

El lugar donde nace el pensamiento crítico, la creación, la comunidad. Donde se tejen los vínculos humanos alejados del consumo y la ostentación o emulación pecuniaria.

Lugares que en los que no seamos recursos humanos, seamos personas, donde sea tu humanidad lo que te defina y no el rol profesional que ocupas. Con derecho al aburrimiento, al error y a ir despacio.

No queremos sobrevivir. Queremos vivir.

Con tiempo para abrazar, para leer sin reloj, para perdernos en una idea (como esta), para cuidar de otras, para no hacer nada y que esa nada acabe siendo todo.

Por todo esto, declaramos desde este instante:

La pereza como resistencia, el juego como subversión y la lentitud como revolución.

Por infancias libres de objetivos. Por una vida adulta que no traicione a la humanidad por dinero. Por un futuro donde el tiempo libre no sea un privilegio, sino un lugar común en algún jardín.

Ser feminista anticapitalista tiene estas cosas, tomas conciencia, agudizas el sentido crítico y todo a tu alrededor es cuestionado y revisado.